Donato Di Camilo, cuando era pequeño, siempre había sentido una fascinación innata por el mundo audiovisual. Desgraciadamente, su familia no disponía de los medios como para poder comprarle una cámara de fotos.
Sin embargo, como tenía una imaginación desbordante, corría por toda la casa imaginando que tenía una cámara y que hacía increíbles fotografías, como las que veía de otros fotógrafos en revistas como National Geographic.
Cuando creció, tuvo algunos problemas con la ley y acabó en la cárcel. Sin embargo, allí se encontró con una biblioteca llena de revistas.
Mientras que otros presos trabajaban o se metían en problemas, Donato encontró una manera de concebir el mundo de otra manera. Descubría una nueva manera de ver el mundo cada vez que veía una de esas revistas.
Por ello, en el momento en el que en 2011 salió de la cárcel supo exactamente lo que tenía que hacer.
Por fin era libre para dedicarse a lo que siempre le había gustado: la fotografía. Estudió toda una gran cantidad de libros sobre este tema, y también reconoce haber visto muchos tutoriales en YouTube, hasta que se convirtió en un auténtico experto.
Empezó a capturar imágenes muy distintas a las que las personas están acostumbradas a ver.
Sus imágenes retratan a personas que no tienen casa, a enfermos mentales, o simplemente la vida de algunos personajes curiosos de la ciudad de Nueva York.
Según Di Camilo, muchas personas se acercan a él debido a que sienten que las comprende, algo que no pueden conseguir todos los fotógrafos.
-“Esas personas caminan a mi alrededor y no tienen rostro – dice- “Siento que todo el mundo se merece una cara”.
–“Algunas personas no lo pueden entender… y eso está bien” -dice. Él solo quiere hacer lo correcto por el mundo, como si quisiera devolverle un poco debido a los delitos que cometió en el pasado.
“Quiero que las personas entiendan que la razón por la que les estoy fotografiando es porque veo en ellos algo que veo en mí, y que creo que el resto del mundo podría llegar a identificar”.
Di Camillo está recogiendo los pedazos después del tiempo que ha pasado en prisión; los está uniendo y no solo está dando sentido a su vida, si no también a la de aquellos que lo necesitan.
